martes, 6 de septiembre de 2011

HIELO

Como siempre, el último va quedando rezagado a medida que pasan los minutos y se desprende del pelotón de manera que termina viéndose solo en el medio de la nada, casi sin darse cuenta. Esta situación suele tocarle siempre a alguien, es inevitable, uno de los tantos riesgos de correr en esta carrera tan dispar e injusta. Mira el cielo y suplica, replica e implora, da señales de vida pero nadie lo busca, queda ahí para regocijo de alguna majada hambrienta.


Cuántas maldiciones levantará el viento en esta noche oscura y fría, si ya nada puede ser peor, el mundo parece un lugar tan hostil, que ya no hay excusas que sirvan de escudo ni fantasmas que asusten tanto. En el recodo más oculto queda la conciencia al amparo de su propio temple, que ya casi que ni alcanza a arrimar una brasa de aquel fuego que otrora encendiera su espíritu.


Las preguntas que tiene en su lista no incluyen los por qué, ya se ha dado cuenta del aleatorio destino y lo acepta tal como es. Vuelve tras sus pasos en un sueño y alcanza la meta, la desilusión lo atrapa al saber que no es real lo que ocurre en sus pensamientos. Es triste sentirse así, sus quejidos murmuran algo a lo lejos y son capaces de llegar a galaxias lejanas donde el hielo es lo más cálido que se puede encontrar.


Ya sin decisiones que tomar, el hombre se enfrenta a su propia verdad y escapa de todo lo que alguna vez era una preocupación. Se desmorona el andamiaje cotidiano, y las fábulas descriptas en algún cuento olvidado suelen hacerse realidad para mostrar la capacidad que tienen los astros de darnos una guía para ir más allá. Reconocer esto no denota sufrimiento alguno, si la paz está en algún lado será el momento que de la cara, nos enfrente y demuestre que existe aunque sea en el último suspiro.

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